Julia y Paula, una amistad de 100 años | El Periódico de España

2023-03-16 17:03:06 By : Ms. Lily Lee

Julia Gómez y Paula Pérez, en un rincón de Torre de Don Miguel. / LORENZO CORDERO

"¿Dos reales o siete perras? Paula y Julia no se ponen de acuerdo en cuánto les pagaban por ir a recoger aceitunas "cuando mozas". La discusión dura unos segundos y pasan a hablar de otra cosa. Como los olivos, ellas también son centenarias, así que se nota que han aprendido a no perder el tiempo en "menudencias". Julia Gómez, la Sillera, nació el 9 de enero de 1923, mientras que Paula Pérez, la Montañesa, lo haría unos días más tarde, el 26, aunque en el registro se confundieron y "figura el 28". Las dos mujeres se reúnen en el centro de interpretación turística de Torre de Don Miguel para hablar con este periódico sobre sus vidas centenarias, los puntos en común –y dispares— que tienen y lo que le piden a su nuevo siglo de vida.

Pérez y Gómez nacieron el mismo año que Miguel Primo de Rivera daba un golpe de Estado consentido por el entonces monarca Alfonso XIII, han conocido por tanto dos periodos monárquicos, dos dictaduras y una república, pero lo que les marcó es la Guerra Civil (1936-1939), no tanto por sus ideas políticas, sino por las penurias y necesidades que les supuso: "Se marcharon todos los hombres a combatir", coinciden, en un tiempo en el que el proveedor principal era el varón.

Para ambas, por los tiempos en los que les ha tocado vivir, la figura masculina ha sido clave. "Yo he nacido en una casa con tres hombres, mi padre y dos hermanos, era la niña bonita", cuenta Pérez. "Y nosotros éramos tres mujeres, las tres hermanas y mi madre, y un varón, mi padre", tercia Gómez. "Así que me compraron unas tijeras, un dedal y una aguja, y me puse a coser, como mis hermanas. A los 12 años, vino doña Julia para que le hiciera las sábanas, bajó la calle preguntando por la Sillera del Camino de Gata, que soy yo, y, mira, cómo se hacía, cogía un trozo así y otro así y los iba poniendo", explica mientras gestualiza con las manos. "Para coger aceitunas nos íbamos a la plaza, quedábamos en la fuente y allí nos recogían", continúa Gómez. "Yo iba por necesidad, pero tú ibas por gusto", inquiere a Pérez, quien le da la razón: "He tenido que trabajar poco, porque mis hermanos me cuidaban, yo les hacía la comida y me encargaba de la casa", narra.

Lo cierto es que esa ‘vida fácil’ hay que ponerla en perspectiva: Pérez se casó bien entrada la treintena con un hombre al que las secuelas de la guerra le hizo enfermar poco después de la boda: "Al mes, cayó malo y tuve que sacar sola la casa pa’lante. Se llamaba Félix, pero no hace falta ni mentarlo", dice con los ojos acuosos. Su marido murió, no tuvieron hijos y no se ha vuelto a interesar por ningún hombre: "En aquella época me ofrecieron quedarme con un niño de Santibáñez, lo trajeron varias veces, y yo quería pero mis padres no me dejaron, porque decían que luego, de grande, me lo iban a quitar. Entonces era normal que las familias que tenían necesidad le dieran niños a otras que podían cuidarlos", narra con naturalidad.

Pérez se casó bien entrada la treintena con un hombre al que las secuelas de la guerra le hizo enfermar poco después de la boda

Gómez, por su parte, también se casó "tarde", con 37 años: "Yo he podido ser señora cuando me casé, si no hubiera estado a coser y a coger cascajones. ¿Tú sabes qué son los cascajones? Las boñigas de los animales para hacer el estiércol, de moza también trabajé en eso", rememora.

Acompañada por su marido Eugenio, cinco años menor que ella, recuerdan que éste venía de Santibáñez a repartir leche a diario: "Nos veíamos, me pretendió y nos casamos", resume Gómez. La pareja, que ha cumplido más de 60 años de matrimonio, intentó tener hijos, pero ella sufrió un par de abortos y no lo consiguieron.

Ni Gómez ni Pérez tienen explicación para su longevidad. "¿El aire, el agua de aquí? No lo sé", dice Gómez. "Para mí, trabajar lo justo", espeta Pérez, cuya madre también vivió hasta los 98 años. "¡Pero yo sí que he trabajado!", le responde la otra. 

Las dos están en plenas facultades mentales y se mueven por sí mismas, si bien la pandemia hizo mella en Pérez, que ahora necesita ir agarrada de alguien además de a su bastón: "Antes del virus iba todos los días de la residencia a mi casa, ahora ya no puedo", lamenta. Gómez también cambió sus hábitos y, si antes de la pandemia iba junto a su marido al centro de día, las restricciones impuestas les hicieron elegir quedarse en ella: "Mientras yo me pueda valer no me voy a ningún sitio", señala.

Para las dos fue una sorpresa las respectivas celebraciones de cumpleaños que su pueblo les hizo. "Me llevaban del brazo y apareció la alcaldesa, me dieron una placa y unas flores", cuenta Gómez, quien finalizó la fiesta con un susto: se quedó dormida y, al no reaccionar, la llevaron al Hospital de Coria: "A veces me pasa", dice, restándole importancia. A Pérez lo que más le gustó fue la placa conmemorativa que le regalaron: "La tengo colocada en mi habitación", dice orgullosa. Ambas llevaron el ramo de flores en ofrenda a la patrona local, la Virgen de Bienvenida. Precisamente la botánica ha sido una de las grandes aficiones de Pérez: "También me gusta la televisión, pero para escucharla de fondo", relata.

Continúan cosiendo a día de hoy y se hacen su propia ropa interior: "Mira mi enagua --muestra debajo de su falda rosa--. Con dos euros, me hago tres"

Tanto ella como Gómez continúan cosiendo a día de hoy y se hacen su propia ropa interior: "Mira mi enagua --muestra debajo de su falda rosa--. Con dos euros, me hago tres", asegura esta última. "Las bragas, el sujetador y la enagua me las hago yo", afirma por su parte Pérez, "lo que pasa es que ahora necesito ponerme unas gafas", se lamenta.

Mujeres de recursos, Gómez confiesa que utiliza una vara para hacer la cama, ya que por su corta estatura no alcanza al cabecero, mientras que Pérez cuenta que solía usar un mandil blanco "para no ensuciar la ropa de cama".

En ese momento Gómez se levanta de la silla y se arranca a bailar una jota."«Estos eran los bailes de antes, nos subíamos a la plaza, a la verbena. Me gustaba el pasodoble, así agarrados", apunta mostrando los pasos: "¿La música de ahora? Eso no", zanja. Pérez reconoce que también le gustaba subir a la plaza y disfrutaba ‘disfrazándose’: "Iba hecha un payaso. Me subía con mi hermano, así mi padre le dejaba ir, luego él se quedaba y yo me quedaba donde mi tío, de tapadillo", cuenta divertida a la vez que se emociona al recordarlo.

Ambas han viajado fuera de su comarca, Pérez se recorrió el País Vasco junto a uno de sus hermanos, mientras que Gómez afirma haber conocido "de Punta Umbría a Castellón" con su marido.

Con toda naturalidad, estas dos mujeres insisten en que no hay secretos para su buena longevidad, más allá de trabajar "lo justo" y "no beber demasiado". Y ese es el consejo que les dan a los jóvenes de hoy en día. Preguntadas por sus deseos para este año, hacen una mueca de indiferencia mientras se señalan y se miran de arriba a abajo: no tienen más ambición que seguir viviendo con buena salud: "Para este año, que estemos igual de bien", concluyen al unísono.

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